Matizo
desde el principio, considero a ambas películas casi como una única entidad
navideña, el germen de tantos tópicos de los noventa; la Navidad hecha
película, el espíritu navideño por sí sólo creado para las generaciones modernas
de los años noventa; el Cuento de Navidad de las últimas generaciones, una obra
maestra de los últimos veinticinco años. En realidad podría decir muchas cosas
sobre estas dos películas, pero la verdad es que no diré nada que no se haya
dicho ya, pero bueno.
El
gran punto de partida de esta película lo encontramos en una jovencísima
estrella incipiente de la época, un jovencito que ya apuntaba maneras y que con
esta película se ganaba los corazones de todas las madres, padres y niños de la
época: Macaulay Culkin, el niño prodigio de los noventa, uno de tantos que cayó
en el mismo abismo en el que hemos podido encontrar a Edward Furlong o River
Phoenix… pero no hemos venido a hablar de eso. Su popularidad en la época, y en
especial a la conseguida con éstas películas, fue de un nivel muy alto, pronto
pasaría a hacer otro tipo de películas ya no tan enmarcadas en el cine
infantil, aunque se dejaría ver en la versión Live Action de “Richie Rich”, hicieron de él una súper-estrella,
así como uno de los grandes actores infantiles de su generación. Porque a pesar
de lo que pueda parecer a cualquiera, considero que hacer el papel que él hizo,
con su edad es algo que sólo alguien con talento puede hacer.